La lumbre del asador hipnotiza a Andrés Urbizu Zabala. Reposa su mirada sobre las ascuas cual vigilante atento a la mínima anomalía que se extienda ante sus ojos. Descansa su cuerpo en una silla por el azote que arrastran sus 81 años de la obligación precoz en su Lizartza natal, en Guipúzcoa, que le hizo madurar antes de tiempo con sus brazos de niño desplegados en el negocio familiar de la madera. Su mujer, María Jesús Guruzeaga Arano, que nació hace 79 años en Etxarri (valle de Larraun), lamenta aquellos años y sus efectos en el cuerpo de un hombretón, al que la curiosidad rodea en un día de sidrería entre un enjambre de móviles y ojos iluminados por el asombro. “La boca se hace agua y los ojos, chiribitas”, admite Víctor Martín Pons, comercial de Meplasjar en Salamanca. La jornada de ocio de la convención bianual de comerciales de la firma, especializada en la fabricación de cascos de obra, incluye una visita al Museo de la Piedra de Perurena, en Leitza, y un encuentro gastronómico de sidra y chuletón de tres cuartos. “Les encanta la sidrería”, proclama Ana Mayo Orofino antes de la peregrinación hacia las kupela del grueso de los 36 comensales.
Fuente: diariodenavarra